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domingo, 10 de julio de 2011

LA GENERACIÓN SÁNDWICH



Tomado del libro de Cristina Ruíz Coloma (Barcelona 2002)

Tanto por encima como por debajo hay dos focos que presionan lo que se encuentra entre ambos. La generación sándwich tiene a cargo simultáneamente a sus padres y a sus hijos, mantienen una vida profesional activa, de tal manera que se va volviendo complejo cuidar de los padres ya ancianos y responder las exigencias personales, familiares, sociales y laborales. Se plantea entonces una gran inquietud ¿Cómo cuidar de sí mismo sin descuidar a los abuelos?

Con todos los cambios que supone esta generación, se visualiza además una brecha entre los valores de los más viejos: respeto a las tradiciones, la sabiduría basada en la experiencia y los valores de los más jóvenes delimitados desde el culto a la juventud, la salud y el estatus social.
Igualmente, se reflejan diversos conflictos centrados en temáticas de diferente índole. En los mayores , se experimenta soledad e incomprensión. En los jóvenes, angustia y culpa. Y ambos se sienten poco valorados. Al parecer la sociedad no está lista ni organizada para que las dos generaciones asuman fácilmente el envejecimiento de la población.

Posiblemente la generación más joven experimenta la frecuente sensación de necesitar apoyo, puesto que, se sienten confundidos y agobiados sin saber cómo resolver los problemas que surgen y con la sensación de no hacer lo suficiente.

Existen algunos factores que obstaculizan el cuidado que se quisiera dar a los padres, entre ellos: contar con poca estabilidad económica y laboral, tener una agenda apretada día a día, estar separado de la pareja (obliga muchas veces a la presentación del nido abarrotado), cansancio experimentado al empezar la maternidad de manera tardía. Así mismo, el cambio tan significativo de ciertos valores, hecho transparente en algunas realidades en las que los mayores han pasado de ser un colectivo que contaba con respeto y prestigio, por su madurez, sabiduría y experiencia a ser un grupo desvalido y hasta discriminado por los más jóvenes. En la actualidad hay una especial idealización de la juventud, la apariencia externa, la salud y la productividad.

En muchas ocasiones se tienen concepciones erradas acerca de la vejez, incurriendo en una serie de estereotipos: discapacidad, problemas de salud, mala memoria, inactividad, soledad, inflexibilidad, incapacidad para resolver problemas, inutilidad y carga para la sociedad. Estas concepciones pueden llegar a interferir en la forma como se establezca la relación con la persona mayor y de ella con la persona más joven.

Así mismo, se dan algunas circunstancias que tienden a caracterizar el estado de muchas de las personas mayores. Actualmente se ha incrementado la esperanza de vida, beneficiada por los avances en la medicina, la investigación en nutrición (dietas balanceadas que permiten prever y paliar ciertas enfermedades), los efectos benéficos de la actividad física y el énfasis en la prevención (estado físico, mental y social con el mantenimiento de efectivas, gratificantes y saludables relaciones), se han creado nuevas medicinas y vacunas para prevenir y curar dolencias.

Es importante detenerse a considerar que la vejez implica un conjunto de cambios físicos normales que poco a poco pueden ir limitando la independencia de la persona. Hay cambios a nivel de la piel, de las hormonas, las funciones sensoriales (menor agudeza y capacidad de discriminación). Se tornan con menor rendimiento y con más baja y lenta capacidad para recuperarse, las actividades las realizan a una velocidad más baja. Sin embargo, una buena postura hacia la vida favorece el mantenimiento de un buen estado de salud.

Seguidamente, no se puede olvidar que hay factores presentes en la vejez que representan el reto de asumir pérdidas, por ejemplo: asumir circunstancias que son inamovibles e irreversibles, la soledad, la viudedad, la muerte o desaparición de familiares, amigos, hermanos, la discapacidad como producto de una enfermedad, la jubilación, el aislamiento y el ensimismamiento en los propios pensamientos y recuerdos, que suponen en el adulto mayor la adaptación nuevas circunstancias adversas y muy difíciles de sobrellevar.

Para los hijos de los adultos mayores, también se generan numerosas preocupaciones, generalmente alrededor del envejecimiento progresivo de los padres, las dificultades en el hogar, el nivel de independencia de los padres, la muerte, la enfermedad física y mental, la vulnerabilidad y fragilidad, la pérdida de autonomía, la distancia (genera culpa), los recursos económicos, los cambios vitales y las dificultades en la comunicación. En los hijos suelen movilizarse diferentes emociones como el malestar, la tristeza, pena, angustia, impaciencia, irritabilidad, ira (se vuelve un problema cuando es demasiado: intensa, frecuente, dura o que conduce a una agresión), frustración (sobre todo frente a la radicalización de ciertas tendencias y manías de los padres).

Se podría entonces destacar que los hijos emprenden la tarea de cuidar de sus padres por diferentes razones: amor, reciprocidad y gratitud, evitación de la censura social o familiar, sentimientos de culpa, deseos de resarcir actitudes pasadas no muy adecuadas con los padres, obligación o codicia. Con clara frecuencia, las hijas mujeres son las principales cuidadoras de los padres. Puede suceder que las situaciones de compliquen cuando entre los padres y los hijos no ha existido o no existió una relación cálida, sino más bien cargada de hostilidad y conflicto con experiencias emocionales de rencor, resentimiento, desprecio e incluso odio.
Los hijos cuidadores fácilmente se ven invitados a pasar por algunas circunstancias complejas que les generan sentimientos no muy agradables. Esto se da cuando existe baja valoración de su esfuerzo y trabajo en el cuidado frente a los demás parientes, incurriendo a veces en la tendencia a no dejarse ayudar ni compartir las responsabilidades con otros familiares.
Por otro lado, se les pueden dificultar las circunstancias en torno a la convivencia con sus parejas, no siempre entenderán la demanda en tiempo y esfuerzo que requiere el adulto mayor, desplazando los tiempos de entretenimiento y diversión.

A nivel laboral, se puede presentar dificultad para compaginar la tarea de cuidar con la del cumplimiento de las funciones asignadas, posiblemente el cuidador presente con mayor frecuencia acciones de impuntualidad, ausentismo, desbordamiento emocional (asociado al cansancio y el abatimiento), niveles altos de estrés (síntomas fisiológicos, somáticos, cognitivos, conductuales, motores), menor disfrute o presencia en actividades de ocio por el tiempo que invierten en la tarea de cuidado. La salud también suele mostrar algunos signos en el cuidador.

Estos indicadores no son ajenos a la generación sándwich que se debate entre el cuidado de sus padres, el de sus hijos y su pareja, los pertenecientes a esta generación pueden presentar fácilmente cualquiera de estas condiciones.
Implica entonces que los cuidadores que hacen parte de la generación antes citada, sean conscientes de su necesidad de velar por su salud, hacer ejercicio físico, frecuentar los amigos, dedicar tiempo a la familia y al trabajo (sentimiento de utilidad, sentirse valorado, respetado entre otros), sacar tiempo para sí mismo, dormir bien, descansar (hacer siestas, recostarse), gozar de buen sentido del humor y manejar el tiempo saludablemente con el fin de sobrellevar de manera adecuada y eficaz la doble misión que se les ha encomendado.